Recuerdo con mucho cariño ese arrebato adolescente, ese frenesí aventurero y despreocupado que en su momento dí a conocer al público como «Odisea por el Mundo».
Abstraído tras la pantalla de esa netbook de 10″ comprada para la ocasión, que contra todo pronóstico tecnológico sigue permitiéndome escribirles hasta el día de hoy, buscaba un nombre con el que apodar a esa vorágine bohemia con la que tanto había soñado y que deseaba compartir con todos ustedes.
Darle nombre a un proyecto que todavía no ha comenzado, sea cuál sea su tipología, es sin duda uno de los desafíos más difíciles de cualquier emprendedor:
«No, es muy pretencioso«, «No, eso está muy visto«, «Tampoco, conozco otro que se llama casi igual«, «Ese ni siquiera sabrán como se pronuncia» y otras tantas negativas volteaban cada uno de mis intentos.
Ojalá pudiera decir que el famoso libro homérico cayó en ese preciso instante de mi librería personal, las ideas se arrejuntaron mentalmente en un remolino, y vi el flamante nombre del blog escrito en el aire con letras luminosas.
Pero lo cierto es que nada de eso sucedió. Aquel día, uniendo mis propios conceptos logré bautizar el viaje que estaba por empezar como mi «Odisea», más por el desconcierto ante lo que podría ocurrir que como provocación al destino de ponerme innumerables problemas a lo largo del periplo.
¡Y vaya si iban a haber sorpresas a lo largo del camino! No sólo fue un maravilloso período donde conocí lugares fabulosos, gente inolvidable, colores y sabores desconocidos, y un sinfin de anécdotas entre pueblo y pueblo a lo largo de todo Europa, sino que algunas de ellas cambiarían mi vida para siempre.
Según indica este propio blog, el 14 de julio de 2014 fue la última entrada que escribimos, sobre el final de nuestro viaje por Marruecos y Gibraltar a finales del 2012.
Y como pueden darse cuenta, el plural confirma el primero de los grandes cambios en nuestras vidas desde que comenzó esta «Odisea»: ¡Desde hace tiempo ya, la aventura se convirtió en «Odisea a Dúo», junto a Janire, mi pareja y genial compañera de vida!
Asentados primero en Bilbao (País Vasco, España) y ahora en Barcelona (Cataluña, España), fuimos dejando la vida cotidiana en las carreteras para dedicarnos a placeres más urbanitas, y a disfrutar de estas dos ciudades con tantísimo potencial y atractivo, tanto en lo arquitectónico como en lo social.
Claro está, que estas dos almas inquietas no podían quedarse los 365 días del calendario entre las Marismas y el Tibidabo, y en cada uno de los viajes que hemos estado haciendo últimamente, siempre retomábamos el tópico de continuar con este blog.
Porque aunque haya cambiado la frecuencia y el tipo de nuestros viajes, siempre podremos llevar inspiración y transmitir nuestro aún intacto espíritu «trotamundero», a todo aquel que mirando a través de la ventana de su casa u oficina, necesite un empujón para salir a cumplir sus sueños, sean los que sean.
Nosotros estamos cumpliendo el nuestro, y con esta introducción, ¡volveremos al camino para compartirlo con ustedes! ¿Se suman?
La República de Malta, el archipiélago ornitorrinco:
Una costa abrupta y escarpada se dejaba entrever con los primeros rayos de sol de la mañana, desde la ventana de nuestra aeronave low-cost a punto de aterrizar.
Un vuelo nocturno de unas pocas horas desde la ciudad catalana de Girona, estaba a escasos minutos de dejarnos en el Aeropuerto Internacional de Malta, sobre el diminuto archipiélago homónimo en medio del Mar Mediterráneo.
Malta es uno de los denominados «microestados europeos», y con una superficie comparable a la Ciudad de Buenos Aires, desde hacía tiempo se había sumado a la lista de esos países diminutos que tanto nos gustan y que queríamos conocer.
Apenas nos subimos al bus local que nos llevaría a nuestra ciudad base, Sliema, comenzaron las primeras exhibiciones rocambolescas de este curioso país, que desde aquel momento inicial ya se nos presentaría significativamente circense.
En estos últimos años nos hemos hecho especialistas en viajar casi sin preparación, y dejarnos sorprender de primera mano por las cosas que hasta la más básica guía turística nos hubiera alertado.
Es así como nos desconcertamos al ver que el bus (y todos los demás vehículos, claro) circulaban en Malta por el lado izquierdo, en agradecimiento heredado a los más de 150 años de dominio británico.
Tampoco esperábamos encontrarnos ante tantas situaciones de choque inminente en los 5 km de trayecto, algo que a los locales no parecía importarles, pero a las que el conductor contestaba con gritos, ademanes y (si lo hubiéramos entendido) posiblemente también con unos cuántos insultos.
Tantos meses en Europa me habían hecho olvidar estas costumbres tan latinas.
¿Qué era todo eso? Al parecer, por un coctail a partes iguales entre herencia y cercanía, los malteses adoptaron mucho de la personalidad de los sicilianos, quienes probablemente sean los más indicados para cumplir a rajatabla el estereotipo enérgico y gesticular que se conoce de los italianos.
Y por último, la tercera raíz nacional que nos iba a sorprender era ni más ni menos que la árabe.
La lengua maltesa, oficial en toda la república, mantiene tantos lazos con la lengua vernacular islámica como con el italiano y el inglés, resultando en una alquimia imposible de comparar con otro sitio, pero comprensible dada su posición estratégica entre los dos continentes.
Nombres de calles y ciudades imposibles de recordar como «Triq Zakkarija», «Mqabba» o «Marsaxlokk» se cruzaban a nuestro paso, una curiosidad que nos acompañaría y nos tendría entretenidos intentando descifrarlos en los 4 días del viaje por el archipiélago.
De todo esto que iríamos viendo y sintiendo en Malta en los días que hemos pasado, Janire tuvo la buena idea de re-bautizar al país con el nombre de otro animal que le encajaba mucho mejor que el actual, relativo a las abejas.
Y es que son tales los contrastes, curiosidades y rarezas de este país mediterráneo, que si tuviesen que escoger un animal para su escudo, éste otro debería ser el que los represente.
Con una bizarra mezcla de culturas como en pocos lugares se pueden ver, con ustedes: «Malta, el país ornitorrinco».
La Valetta, capital heroica:
Desde la costanera de Sliema, nuestra ciudad base en Malta, salen barcas cada pocos minutos hacia la capital moderna del país, La Valetta.
Cuenta la historia que en 1530 el Rey Carlos I de España, quién controlaba hasta ese entonces el archipiélago, dejó las islas en potestad permanente a los Caballeros Hospitalarios, conocidos posteriormente como los Caballeros de la Orden de Malta.
Unos años después, los otomanos en su propósito expansionista por Europa, llegaron a Malta con intención de sitiarla y convertirla en un puerto base para sus objetivos de conquista en Italia.
A pesar de la gran diferencia numérica de los otomanos, la Orden de Malta logró defender la isla principal de forma heroica gracias a su Gran Maestre Jean de la Valette, en cuyo honor se dió nombre a la ciudad fortificada que hoy día es capital de la república.
Y La Valetta es considerada ciudad heroica por todos los malteses no sólo por aquella defensa ante el sitio otomano, sino también por sus feroz resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los bombardeos alemanes e italianos destruyeron gran parte de las viviendas y murallas de la ciudad.
Toda esta rica historia se observa inmediatamente en sus desniveladas calles, con sus típicas casas antiguas, sus numerosos monumentos religiosos que relatan el pasado cristiano de la ciudad, sus imponentes murallas y sus cañones apuntando hacia la mar, porque a pesar de las tiendas comerciales y la vida moderna que se observa hoy día, la ciudad se sigue presentando al mundo como si se tratase de un fuerte militar.
Cabe destacar que en 1980, la ciudad entera fue catalogada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, lo que también ayuda a que se mantenga en el perfecto estado de conservación que tiene hoy en día.
Por nuestra parte, nos pasamos la mañana paseando por sus travesías y callejones, sus impecables jardines, sus balcones con vistas al gran puerto natural, e incluso por las ruinas de Melite, la villa romana que se emplazaba en la ciudad.
Como decíamos anteriormente, nos encantan los países pequeños.
Esos Estados donde no hay que hacer colas junto a numerosos turistas asiáticos para ver a una reina salir al balcón, sino que más bien hay buenas posibilidades de tener a la primera dama comiendo en el mismo restaurante en la mesa de al lado.
Y hablando de gastronomía, algo que nos ha encantado del archipiélago es su excelente comida, destacando las ensaladas que pueden ver en las fotos, y que despejan cualquier duda de que quien las pide «no se estará cuidando».
El telón de fondo de ese almuerzo era el mismísimo Palacio de Gobierno maltés, de donde los diplomáticos entraban y salían saludando a los turistas que sacaban fotos en la puerta. ¡Qué belleza de país!
La jornada puede finalizar con la visita a la Catedral católica de San Juan, famosa por su lienzo de Caravaggio y las tumbas de los Caballeros de la Orden de Malta, o a la Catedral anglicana de San Pablo, que con su inmensa cúpula gobierna toda postal de la ciudad.
La Valetta es una ciudad que se recorre en sólo un par de horas gracias a su reducido tamaño, por lo que pueden aprovechar el mismo día para seguir descubriendo otros rincones de la isla que merecen la pena visitar.
La isla de Malta, un paraíso por recorrer
Los vuelos low-cost han revitalizado y acelerado el crecimiento de la República de Malta, siendo uno de los países más densamente poblados del continente.
Sus más de 250 km de costa se aprovecharon de muy buena forma para ofrecer al ciudadano y al visitante una buena variedad de alternativas para poder disfrutar de los paisajes naturales de la isla.
En la costa norte, ciudades como Sliema, St. Julian’s y Bugibba, se han acondicionado con preciosos paseos costeros que a la noche se iluminan y permiten apreciar la buena vida nocturna que existe en el país.
Sliema se caracteriza por sus tiendas comerciales, St. Julian’s por sus bares y discotecas, y Bugibba por sus hoteles resorts. Dependiendo de cada uno, Malta te ofrecerá una opción diferente y adaptada a tus gustos.
En la zona occidental, playas como Mellieha o la famosa Golden Bay permiten disfrutar del mar, aunque el frío de las aguas abiertas mediterráneas mantiene a la gente más en la arena que nadando, prácticamente en cualquier época del año.
La costa sur, cubierta de acantilados, es más bien sitio para paseos en barco, donde la Blue Grotto que caracteriza las publicidades de turismo maltés se lleva la mayoría de las fotos y miradas.
Y por último, en la costa oriental se puede sentir mucho más de cerca el alma del pueblo maltés, con su gente tranquila, de pueblo y agradable con el extranjero. Cada domingo, el pueblo pesquero de Marsaxlokk se convierte en un gran mercado de pescado, y visitarlo se convierte en un plan obligado, para llevarse ese retrato vivo de las costumbres locales y apreciar el colorido de las barcas y casas del pueblo.
El centro de la isla resulta mucho más rural.
La ciudad principal es Mdina, la antigua capital maltesa donde los Caballeros se defendieron del sitio otomano en 1565. Resulta ser el punto más alto de la isla, claramente elegido para facilitar el avistaje de cualquier ataque enemigo, y conserva su arquitectura antigua, sus murallas, y su vida local tranquila y con cierta evasión con los visitantes.
Mdina está rodeada por la ciudad de Rabat, homónima de la capital marroquí, donde se pueden apreciar catacumbas católicas y otras ruinas de la villa romana de Melite.
Otra ciudad de interés es Mosta, de la que destaca su cúpula, la tercera de mayor tamaño en Europa y una de las más grandes del mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial, una bomba cayó dentro de la Iglesia con más de 300 fieles dentro, pero afortunadamente, la bomba no explotó.
Para variar, nuestro placer tras visitar Mosta fue disfrutar otra variedad de la gastronomía local, que consiste en una mezcla de aceitunas, embutidos, pimientos, porotos y cebollas avinagradas, todas de producción local y un sabor brutal.
También es muy habitual en Malta comer «Ftira», un especie de sandwich con pan árabe relleno de atún, anchoas y tomate. ¡Una delicia!
Para finalizar, y para aquellos viajeros amantes de lo antiguo, Malta también sorprende conservando otros dos Patrimonios de la Humanidad en su reducido territorio: unos templos megalíticos muy bien conservados del 3000 AC, y el Hipogeo de Hal Saflieni, el único templo subterráneo prehistórico descubierto en todo el mundo.
Sin duda, la Isla de Malta es un lugar singular, y que a pesar de su limitada superficie, tiene tantos sitios por conocer que se necesitan varios días para recorrerla. Pero el archipiélago de Malta está formado por otras 10 islas, de las cuáles sólo dos se pueden visitar.
¡Un gozo en el alma grande!
Sin poder parar de cantar esta pegadiza canción de catequesis, tomamos el ferry que sale del puerto de Cirkewwa, en el punto más septentrional de la isla de Malta, con destino a la segunda isla más grande del archipiélago: ¡Gozo! (no hace falta explicar la asociación con la canción, ¿verdad?).
Gozo contrasta totalmente con Malta. Mientras la segunda es urbanita y turística, Gozo es tranquila y rural. Se dice que muchos famosos europeos han ido comprando propiedades en la isla para retirarse a descansar en sus tiempos libres.
Si bien tiene varios lugares de interés como su ciudad principal «Victoria», lo más destacable de Gozo es caminar por sus pueblos tranquilos y casi vacíos, disfrutando de un aire de aislamiento y sosiego difícil de encontrar en el resto del continente europeo.
Desde aquí, sin embargo, salen las barcas a la tercera isla de Malta, que se ha convertido en el principal destino turístico por su particularidad paisajística.
Se trata de Comino, una isla pequeña y de población prácticamente nula, pero cuya «Blue Lagoon» es un encanto de bahía donde poder pasarse unas cuántas horas, disfrutando de la claridad de sus aguas y de su vida subacuática, ideal para realizar actividades de snorkel.
Y con esto llegamos al final de nuestro paseo por la República de Malta, que se traduce en el regreso de nuestro blog: «Odisea por el Mundo».
Con el paso de las semanas, volveremos a la rutina de escribir y de compartirles muchas otras anécdotas y experiencias salidas de primera mano de nuestros propios viajes.
¡Esperamos contar con todos ustedes nuevamente en nuestros próximos posts!
¡Un saludo!