Hace ya muchos años, cuando empecé a interesarme por la historia y la mitología, recuerdo haberme topado con un antiguo poema griego, que aún hoy sigo siendo capaz de evocar y se los expondré aquí por completo.
Sus versos, escritos en el siglo II a.C., decían así:
«He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia,
que es una calzada para carruajes,
y la Estatua de los alfeos,
y los Jardines Colgantes,
y el Coloso del Sol,
y la enorme obra de las altas Pirámides,
y la vasta tumba de Mausoleo.
Pero cuando vi la casa de Artemisa,
allí encaramada en las nubes,
esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije:
<<Aparte de desde el Olimpo,
el Sol nunca pareció jamás tan grande>>.»
Los monumentos y construcciones que aparecen aquí mencionados, coetáneos a su autor Antipatro de Sidón, se hicieron tan famosos y populares desde aquel tiempo que formaron en su conjunto lo que se dio a conocer como «Las Siete Maravillas del Mundo».
Repasemos el poema un momento a ver si entendemos sus partes…
Antipatro comienza hablando de las Murallas de Babilonia, la antiquísima ciudad del actual Irak. Dichas murallas eran principalmente reconocidas por la belleza de sus puertas y sobre todo por la «Puerta de Ishtar», hoy reconstruida en un museo alemán de Berlín. En listas posteriores de maravillas antiguas, se cambió a esta por el Faro de Alejandría, que es la que se considera habitualmente como una de las siete.
Luego menciona una Estatua al Dios Zeus, fabricada en marfil y ubicada en Olimpia (Grecia), de donde provenía el pueblo alfeo.
Las cuatro siguientes son algo más sencillas: Los Jardines Colgantes (también de Babilonia), el Coloso de Rodas (Grecia) dedicado al Dios del Sol «Helios», las archifamosas Pirámides de Egipto y la tumba del sátrapa persa Mausolo, en Halicarnaso (Turquía).
Pero, ¿a que se refiere con «la Casa de Artemisa»? ¿Donde se encontraba ese lugar? ¿Sigue existiendo?
Hasta allí llegué con la Odisea, en mi viaje por Turquía, y mostrárselos será el motivo de este post.
«La Casa de Artemisa, encaramada en las nubes»:
Artemisa era una de las deidades más importantes del panteón griego. Diosa de la caza, el terreno, los animales, los nacimientos, la virginidad y las doncellas, aliviaba de las enfermedades a las mujeres. Según la mitología, fue hija del Dios Zeus y la Diosa Leto, que junto a ella dió luz también a su mellizo, Apolo.
La gran relevancia de las actividades a las cuáles teóricamente se dedicaba, como lo era la caza en su momento, la convirtieron en una de las diosas más veneradas, y claro está, digna de grandes templos.
Los efesios (pueblo griego de la antigua Efeso, de la que hablé en el post anterior) decidió erigir un inmenso y majestuoso templo cerca de su ciudad, al que llamaron «Artemision».
La construcción comenzó en el 550 a.C. a expensas del propio Rey de aquella región, y requirió muchísimo tiempo. Algunas fuentes dicen que los trabajos se prolongaron durante 120 años.
Sin embargo, para este tipo de magnificencias les era difícil sobrevivir en esos tiempos. Tal es así que un pastor local llamado Eróstrato lo incendió deliberadamente en el año 356 a.C., perdiéndose muchos de sus ornamentos.
¿Por qué motivo? Ninguno. Según confesó posteriormente, sólo lo hizo para lograr fama a cualquier costo. Y al parecer lo logró, porque además de su responsabilidad histórica, su nombre también llegó a las ciencias sociales. En psicología, se denomina con «Complejo de Eróstrato» al individuo que busca distinguirse y ser el centro de atención.
Pasados 30 años, y tras la conquista de la ciudad en manos de Alejandro Magno, se ordenó la reconstrucción del templo.
Este nuevo recinto, aún más impresionante y bello que el anterior, es el que se incluye dentro de la lista de las maravillas.
Sus dimensiones eran magníficas para la época, siendo considerado el templo griego más grande: 115m de largo, 55m de ancho y con 127 columnas de 18m de alto.
He aquí una imagen reconstruida de cómo se crée que era:
Pero una vez más, el destino le tenía preparado un final trágico. Las invasiones godas del siglo III d.C. terminaron en un nuevo incendio y el arrase total del lugar sagrado, que quedó irreconocible.
En los siglos posteriores, los efesios se convirtieron al cristianismo, el templo perdió su interés y sus restos fueron mayormente usados en otras construcciones.
El panorama actual del sitio, trás las excavaciones que llevaron muchos restos al Museo Británico, es incluso más lamentable. Lo único distinguible entre el conjunto de piedras es una columna, coronada en su parte superior por un nido de pájaros.
Un paso obligado de esta Odisea, donde no tuve la posibilidad de ver la grandeza de la «Casa de Artemisa» de antaño, pero sí de sentirme parte de un pedacito único de nuestra historia.
«La vasta tumba de Mausoleo»:
Cuando una persona de gran relevancia pública fallece, y esto sucede desde hace muchos siglos, es habitual que su pueblo (o sus personas allegadas) desee que alrededor de su tumba se construya un mausoleo.
Es decir, un edificio majestuoso que haga homenaje al prócer, y que permita a los visitantes la apreciación de sus restos.
¿Tienen algo que ver los «mausoleos» con el poema de las siete maravillas?
Claro que sí. Una de ellas, fue la que dió origen a la palabra, y al encontrarse también en la actual Turquía, fue otro destino obligado de mi viaje.
Cuando el Imperio Persa conquistó la región de Caria, hoy al suroeste de Turquía, otorgó a sus gobernantes una cierta autonomía mientras respetasen la autoridad superior de los conquistadores. A esos gobernantes se los llamó «sátrapas».
Halicarnaso, una de las ciudades más fuertes de la región, era gobernada por el sátrapa Mausolo. Aún en vida, Mausolo comenzó a diseñar y construirse su propia tumba majestuosa, la cuál fue concluída tras su muerte bajo dirección de su esposa, Artemisia II.
El resultado fue un edificio colosal, desproporcionada para su propósito, pero magnífica como obra arquitectónica de la época, de 45m de altura y finos frisos y estatuas. Ésta es una imagen reconstruida de su posible apariencia:
Pero tal como sucedió con el Templo de Artemisa, el «Mausoleo de Halicarnaso» tampoco tuvo un final feliz.
Logró sobrevivir a las invasiones de godos y árabes, pero un terremoto lo destruyó casi por completo en el siglo XV.
Sus restos fueron utilizados para reconstruir un castillo cercano, y hoy en día, el panorama al visitarlo en la ciudad turca de Bodrum es aún peor que en el Artemision.
Las dimensiones son apreciables sólo por el terreno excavado, y no hay más restos distinguibles más que un montón de piedras.
Una vez más, un lugar prácticamente innecesario para visitar, pero con el sentimiento de estar parados sobre otra de las grandes obras de la antigüedad.
¿Y qué hay de las otras cinco maravillas?
Las murallas y los Jardines Colgantes de Babilonia: La ciudad de Babilonia ha caído lentamente en el olvido y deterioro tras la conquista de Alejandro Magno. Tras 2300 años, poco quedó de ella más que unas ruinas y las últimas guerras en Irak dejaron la zona inaccesible. Algunos restos de la muralla se conservan en museos como el de Berlín, pero de los jardines colgantes no se tiene una total certeza de si existieron o sólo fueron un rumor de la época.
La Estatua de Zeus en Olimpia: Esculpida en marfil y oro, fue una de las más bellas estatuas de su tiempo. Se perdió en el siglo IV, cuando emperadores romanos prohibieron el culto pagano y destruyeron los monumentos griegos en Olimpia.
El Coloso del Sol en Rodas: Una estatua de bronce dedicada al Dios Sol Helios, ubicada en el puerto de Rodas (Grecia). Un terremoto la derribó a los 60 años de construirse, por lo que fué la maravilla más efímera. Posteriormente, el bronce fue vendido a comerciantes y hoy no quedan rastros de la estatua.
Las Pirámides de Egipto y el Faro de Alejandría: Las pirámidas de Gizah, en Egipto, son la única maravilla que aún puede apreciarse. El Faro de Alejandría, en la isla de Pharos (de donde viene su nombre, y por consecuencia, el de la palabra «faro»), fue también víctima de una serie de terremotos en el siglo XIV, y sus restos se utilizaron en construcciones cercanas.
¡A seguir dejando huellas en Turquía y descubriendo otras de sus tantas «maravillas»!
¡Saludos a todos!
Grandísimo tu artículo sobre las maravillas del mundo antiguo, me ha recordado a un videojuego al que dediqué un verano de mi vida: Civilization 2 y en el que había la posibilidad de construir algunas de estas grandes obras de la humanidad.
Jeje muchas gracias Octavio. Me alegro que te haya gustado el artículo! Un saludo!