¿Desde qué tiempos remotos el hombre comenzó a observar las aves en el cielo y también quiso volar? ¿Acaso los primitivos hombres de las cavernas ya envolvían su imaginación con estos deseos?
¿Habrán sido las especies migratorias la envidia de aquellos homínidos prehistóricos, que las seguían con la vista contemplando la posibilidad de desplazarse también por aire para descubrir nuevos lugares y perseguir nuevos rumbos?
Podemos remontarnos, por ejemplo, a antiguas leyendas de la mitología cretense. Es bien conocida la historia de Ícaro y su padre, que habiéndose escapado de prisión en una isla custodiada, fabricaron unas alas de plumas y cera para alejarse de allí por el aire.
El invento funcionó, pero el padre advirtió a su hijo Ícaro: no subir demasiado para que el calor del sol no derrita las alas, ni mantenerse cerca del agua para que ésta no las moje.
Sin embargo, el sueño duró poco. El arrebato de frenesí por alcanzar lo que ningún hombre había logrado fueron más fuertes que aquellos consejos paternales, y el jóven Ícaro ambicionó con subir más y más alto, hasta tocar el cielo.
Obviamente, el calor derritió la cera, las plumas no fueron suficientes e Ícaro cayó en picada hasta ahogarse en el mar.
Afortunadamente, el deseo del hombre de volar cómo lo hacen los pájaros no podía quedar allí. La idea quedó trunca por muchos siglos, pero con el advenimiento de las máquinas aparecieron algunas incansables mentes brillantes y sus inventos, empezando por los diseños de Da Vinci y finalizando en las aventuras de los hermanos Wright, fueron gradualmente convirtiendo en realidad aquel primitivo anhelo de tocar el cielo con las manos.
Quizás se pregunten que tiene que ver todo esto en un blog de viajes…
La posibilidad de volar y de desprenderse de toda necesidad de seguir una ruta marcada, es quizás la definición más simple y visual de la idea de libertad total.
Y para un espíritu viajero, que dispone de este atributo como su principal herramienta, lograr trascender el límite del horizonte, elevarse y poder curiosear el mundo a lo largo y a lo ancho, debería ser uno de los placeres más grandes.
Cómo vengo contando en los últimos posts, me encontraba recorriendo Turquía, y a mi paso llegué al pueblo costero de Fethiye, antigua ciudad principal de la región de Licia.
Sabía muy bien a que iba, y estaba decidido a intentarlo.
Fethiye, por la cercana playa de Ölüdeniz, es uno de los mejores lugares del mundo para practicar parapentismo.
El lugar es paradisíaco por donde se lo mire, y habitualmente se lo incluye dentro del top 5 de las playas mundiales preferidas por los turistas.
Su geografía para parapente es realmente espectacular. El Monte Babadag, de casi 2000 metros, está ubicado justo al lado de la costa (algo poco habitual en montes de esa altura) convirtiéndose en un inmejorable punto de partida para este deporte, y abajo, una playa de arena blanca con forma de gancho perfecto, creó una laguna encerrada de agua turquesa de belleza inigualable.
Los adjetivos parecen no alcanzar para describir todo esto, así que les dejo que ustedes saquen sus propias opiniones:
Saltar desde dos mil metros de altura es una idea que simplemente te crea un vacío total en el estómago y dan impulsos de abandonar la camioneta mientras el equipo de profesionales te está llevando cuesta arriba.
Pero el deseo de sentir lo que deseaba Ícaro, esa libertad total de flotar y tocar el cielo con las manos, en un escenario único al cuál probablemente no iba a volver, me quitó todas las dudas y me envalentonó para lo que vendría.
Una vez en la cima, con casco y arnés colocado, y sentado en la pequeña silla que me separaba de Ali, el piloto profesional al cuál le confiaría mi vida, ya no se podía decir que «no».
¡Y cómo me hubiera arrepentido! Casi una hora sobrevolando semejante paraíso es uno de los mejores recuerdos que me llevo de este viaje.
¡Aquí está en video y lo comparto con ustedes, la odisea «Conquistando los Cielos» en Ölüdeniz, Turquía!
La sensación de libertad total, el ruido del viento en mis oídos, la perfección cromática de la laguna y playa bajo mis pies voladores, el vacío visceral al descender espiraládamente en gravedad cero, la inmensidad del mar y de la tierra perdiéndose en el horizonte… ¡Una experiencia apoteótica que jamás se me olvidará!
Por si aún no se deciden si se animarían a practicar parapentismo, les dejo algunas fotos más de aquel vuelo y del fabuloso plató de la «Blue Lagoon»:
Tiempo de refrescarse en unas piscinas milenarias…
Por si el placer de sumergirse en aquellas aguas cristalinas que minutos antes observaba desde el aire no hubiera alcanzado, ¡no guarden aún sus mallas y bikinis!
A 250 kilómetros al norte de esas playas de ensueño, se encuentra el complejo de Pamukkale, en el valle del río Menderes.
Pamukkale, que en turco significa «castillo de algodón» es una zona natural prácticamente única en su especie. Movimientos tectónicos en la falla de la cuenca de ese río ocasionaron la aparición de numerosas fuentes de aguas termales, antiguamente utilizadas por los habitantes de la cercana Hierápolis como sitios de sanación.
Cada segundo brotan de estas fuentes 250 litros de agua, y la alta concentración de minerales provoca que gruesas capas de piedra caliza y travertino desciendan en cascada por la ladera de la montaña, dando la sensación visual de una catarata congelada.
Estas formaciones, también adquieren el aspecto de terrazas de travertino en forma de medialuna que contienen una capa de agua poco profunda, y que actualmente son utilizadas por los visitantes para refrescarse y constituyen el patrimonio turístico principal del lugar.
Cabe destacar de todos modos que debido a los descuidos iniciales de la industria hotelera, el complejo de Pamukkale se vió enormemente deteriorado, y hoy en día muchas de las terrazas accesibles al público fueron creadas artificialmente en reemplazo de las antiguas pozas arruinadas por el uso de shampoo, jabón, protector solar y otros productos nocivos para un ambiente tan frágil y singular.
¡Ahora, el viaje debe continuar, con destino a Medio Oriente! ¡A esperar los próximos posts!
¡Saludos a todos!
Magistral, formato de tu blog! ¿Cuanto tiempo llevas bloggeando? haces que leer en tu blog sea ameno. El diseño total de tu web es parido, al igual que el material contenido!
Saludos
Muchas gracias por el mensaje, Miguel. Este blog tiene ya un año y medio, y me alegro que te haya gustado.
Saludos!