Supongo que al final todo se reduce a dos tipos de viajeros: a los que les gustan las ruinas y a los que no.
Claro está, extendiendo el concepto de ruina a todo aquel vestigio del pasado, ya sea que hablemos del Partenón o de lo que algún iluminado pintó hace 150 años en el techo de una capilla.
Me gustaría poder sostener que al visitar un sitio arqueológico tenemos el (¿envidiable?) don de, donde otros observan sólo piedras, ver la casa de una familia en la Edad del Hierro mientras se está sirviendo un conejo recién cazado y asado.
O donde se escucha opinar que algo es una burda reconstrucción con fines turísticos para cobrar una entrada, nos «alquilan» la posibilidad de espiar sin hacer mucho ruido los rituales de una antigua congregación helénica durante la ofrenda anual a Dioniso.
Pero todo esto es falso, por supuesto. Y donde otros ven piedras, nosotros… ¡también vemos piedras!
Sin embargo, lo que cambia es el valor que les damos a estos minerales desordenadamente apilados.
Esos guijarros hacen las veces de libros (¡algunos incluso están mejor escritos!) y nos cuentan historias en primera persona que ningún volumen puede contar.
De hecho, emulan a los textos en que también nos obligan a jugar con la imaginación para reconstruirlos, muchas veces sin siquiera ofrecernos la página de respuestas, al no contar con imágenes fidedignas de cómo esos sitios han sido en el pasado.
Probemos con un juego para ver si hay algo de cierto en toda esta maraña de reflexiones al azar. Tómate un tiempo para ver esta imagen e intentar reconstruir el edificio en tu mente:
Se trata del santuario de Athena Pronaia, posiblemente el «tholos» (edificio de planta circular) más famoso de la edad antigua, ubicado en un sitio del que hablaré más tarde en este post: las ruinas de Delfos.
Bueno, ¿qué has visto? ¿Pudiste extender esas 20 columnas dóricas hasta el entablamento superior y completar mentalmente el círculo exterior? ¿Qué construcción te imaginas que formaba la «cella» (cámara interior) central? ¿Y el techo? ¿Habrá sido plano o cónico?
Por textos de la época y reconstrucciones 3D, la imagen del tholos que se asume actualmente es ésta:
Pero como decíamos, al no ser una reconstrucción segura no hay ni buenas ni malas respuestas, y toda reproducción mental es (a expensas de este juego, al menos) válida.
Sin más preámbulo, comencemos entonces con este viaje/juego por la Grecia Antigua, plagada de sitios como éste, recuerdos de otras épocas y (¿afortunadamente?) una difusión turística mucho menor que la por ejemplo disfrutan otras como las ruinas en Roma.
¿Qué visitar en la Grecia Continental?
Grecia no es sólo la acrópolis de Atenas y las islas para enfiestarse en verano.
En este post listaré algunos de los lugares más interesantes de la Grecia Continental, siguiendo aproximadamente el viaje que realizamos nosotros en nuestra «Odisea a Dúo».
El punto de partida: la Península del Peloponeso.
Canal de Corinto
Tras atravesar el Istmo de Corinto provenientes de Atenas, el acceso al histórico Peloponeso se realiza cruzando el «Canal de Corinto».
Esta vía de agua artificial se abrió entre 1881 y 1893 para unir el Golfo de Corinto con el Mar Egeo.
El canal les evita entonces un rodeo de 400 km alrededor de la península a los barcos pequeños, ya que sólo tiene 21 metros de ancho y 8 de profundidad.
A pesar de estas limitaciones, cerca de 11.000 barcos cruzan el canal cada año, en su mayoría pertenecientes a rutas turísticas. También es una locación popular en los últimos años como base para practicar Salto Bungee.
Cerca del canal se encuentra la homónima ciudad moderna de Corinto y su «Acrocorinto», una de las más grandes Acrópolis de la antigüedad, aunque por los saqueos, el deterioro y su fusión con estructuras medievales, poco queda de ella para ver.
El teatro de Epidauro
A principios del siglo IV a. C., tenía lugar una fiesta panhelénica cada cuatro años en Epidauro, en el santuario de Asclepio, el dios griego de la Medicina.
La fiesta se conocía como las Asclepeia y combinaban pruebas gimnásticas y musicales.
El teatro puede albergar 14000 espectadores y es de los mejor preservados de la antigüedad.
Posiblemente también sea el más famoso por su increíble acústica: desde las gradas más altas se puede escuchar a quien se disponga en el punto central, aunque hable en voz baja.
Actualmente es un símbolo mundial del teatro antiguo y fue incluso utilizado en 1822 para proclamar la independencia de Grecia.
Micenas
Cerca de Epidauro, a unos 90km de Atenas, se encuentran las ruinas de la ciudad de Micenas («Mycenae», según los textos clásicos).
Su importancia histórica es tal, que a todo el período europeo entre el 1600 aC y el 1100 aC se lo conoce como «período micénico» (recordarán quizás del post de Creta, que éste se extendió tras el anterior «período minoico»).
Micenas era el reino del héroe Agamenón, jefe de los aqueos durante la Guerra de Troya.
No queda demasiado para apreciar pero justamente, su increíble complejo funerario («el Tesoro de Atreo») y su «Puerta de los Leones» la convirtieron en Patrimonio de la Humanidad en 1999.
Cerca de Micenas se encuentra la ciudadela de Tirinto, con su famoso palacio, que también fue incluido en el mencionado registro de la UNESCO a finales del s.XX.
Esparta
La heróica ciudad de los espartanos, famosos no sólo por la «Batalla de los 300» sino más que nada por haber dominado la Grecia Antigua (incluida Atenas) por más de 300 años hasta su derrota en la batalla de Leuctra contra los tebanos.
Esparta fue una ciudad única en la Antigua Grecia por su sistema social y su constitución, que estaba completamente centrada en la formación y la excelencia militar.
Hoy día, con sus 10.000 habitantes, es sólo una sombra de lo que fue y prácticamente no queda nada para ver.
Eso sí, a 15 minutos de Esparta se encuentran también las ruinas bizantas de Mystra, que agregan algo más de argumento a moverse hasta esta zona alejada del Peloponeso.
Ruinas de Olympia
Llegamos a Olympia por la tarde, 1 hora antes de que el sitio arqueológico cierre sus puertas. Eso nos forzó a una visita apresurada, ¡pero también a que la entrada nos salga gratis!
Era un sitio que teníamos muchísimas ganas de conocer, sobre todo para ver los restos del «Altar a Zeus» y del estadio olímpico.
Tras visitar el Templo de Artemisa en Éfeso y los restos de Halicarnaso en Bodrum, el «Altar a Zeus» en Olympia era la tercera de las 7 maravillas antiguas que visitábamos.
Obviamente, poco queda para ver de la estructura, y lamentablemente nada de la famosa estatua crisoelefantina esculpida por el maestro Fidias (¡de quién sí se puede ver los restos de su taller!), pero el sentimiento de estar allí valió totalmente la pena.
Como complejo arqueológico tiene mucho para contemplar, destacando la Victoria de Peonio, el Filipeo, el Pritaneo, el Bouleterión y unas cuántas estoas en buen estado (aunque no como las atenienses, por supuesto).
Para los amantes de los deportes, se puede recorrer el Stadium que fue cuna de los Juegos Olímpicos y el gimnasio contiguo.
La entrada también incluye la visita al museo, que posee entre sus colecciones los frontones del Templo de Zeus y la Copa del maestro Fidias.
Templo de Apolo Epicurio en Bassae
En una ubicación remota y alejada de la península del Peloponeso se encuentra Bassae (en griego antiguo, «los barrancos»), cerca de Figalia, donde el arquitecto Ictino erigió un fabuloso templo dedicado al dios del sol, Apolo Epicurio.
Su ubicación posiblemente haya contribuido a evitar los saqueos que sufrieron otros templos griegos, y por tanto es uno de los edificios de la antigüedad mejor preservados.
Para protegerlo de las inclemencias meteorológicas y mantenerlo en el excelente estado en el que se encuentra, todo el templo ha sido cubierto por lonas.
Es dificil decir si vale la pena hacer el sinuoso trayecto montañoso hasta Bassae para apreciarlo, sobre todo teniendo los de Hefesto en Atenas, el Partenón o el Valle de los Templos en Sicilia. Recomendado únicamente entonces a los verdaderos amantes de la arquitectura clásica.
Paso de las Termópilas
Aquí poco hay para ver pero mucho para sentir. El «Paso de las Termópilas» es donde 300 espartanos, 700 tespios y otros 3000 hombres helénicos lucharon heróicamente contra las fuerzas persas de Jerjes I durante las Guerras Médicas (llamadas así no por la cantidad de heridos que hubo que atender, claro, sino por la errónea identificación de los persas como provenientes del Reino de Media).
El angosto desfiladero del que cuentan libros y películas se ha convertido tras miles de años en un amplio corredor de más de 2 kilómetros de ancho.
Aunque ha sido escenario de más de una batalla, el supuesto punto exacto de la más memorable se encuentra señalado por un cartel y una estatua de Leónidas I, máximo general espartano.
Delfos
Otro Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, e indiscutible visita obligada en la Grecia Continental.
Delfos fue una ciudad de Fócida, emplazada en la ladera del Monte Parnaso. Esta es una de las primeras sorpresas que recibimos al llegar, ya que habitualmente las ciudades antiguas se ubicaban en tierras llanas o en la cima de montes, pero no en laderas escalonadas.
Esta ciudad helénica era sagrada en los tiempos de apogeo de la cultura griega, ya que en su Templo consagrado a Apolo operaba el famoso Oráculo, principal altar de consulta a los dioses.
Muchas películas intentaron recrear la actividad del oráculo, mostrándolo o bien como un reflejo de lo divino en la Tierra o como un antro de perdición y ego de los sacerdotes y las pitonisas de antaño.
Lo cierto es que el Oráculo de Delfos logró mucha notoriedad en la Grecia Antigua respecto a otros santuarios, llegando a ser conocido como el centro del Universo helénico.
En el complejo arqueológico de hoy día destacan las ruinas del mencionado Templo, el teatro, los «Tesoros» con las donaciones de las distintas regiones y el «tholos» de Atenea Pronaia, presentado al principio de este post.
Templo de Poseidón en Cabo Sounion
Finalmente y tras una inmensa recorrida por la Grecia Continental llegamos al Cabo Sunión, emplazamiento de los templos dedicados a Poseidón y a Atena.
El Cabo Sunión es famoso por la leyenda de Egeo, quién da nombre al mar que envuelve a la mayoría de islas griegas. Egeo, un personaje de la mitología helénica, esperaba desde el Cabo Sunión la llegada de su hijo Teseo quién había ido a luchar a Creta contra el Minotauro. Habían acordado que izaría velas blancas si volvía con vida y negras si no regresaba.
Teseo salió victorioso de la pelea, pero olvidó izar las velas blancas al llegar a Sunión. Su padre Egeo, al ver las velas negras, se tiró del acantilado dando nombre a este mar.
Del antiguo Templo de Poseidón, nombrado por Homero en su libro «La Odisea», quedan en pie 15 de las 34 columnas originales.
Y con esto llegamos al final del viaje por los más prominentes sitios arqueológicos de la Grecia clásica, exceptuando claro está, la ciudad de Atenas.
Para esta bella ciudad, con tanto para descubrir, dedicaré un post especial. ¡No se lo pierdan!
¡Saludos a todos!